ADVERTENCIA: este posteo es decididamente extenso. A quienes les de fiaca leerlo, prosigan su siesta pero háganse cargo de la misma. Los valientes, continúen hasta el final y comenten por favor.Remover a funcionarios con criterio propio parece ser una constante en el gobierno de Néstor Kirchner. En privado, miembros del gobierno han confesado a la prensa que con Kirchner o se es esclavo o se está fuera del gobierno. Esta particular concepción que el gobierno tiene sobre el arte de gobernar ha llevado a que gradualmente los funcionarios capaces, aquellos preparados y con vuelo propio hayan sido desplazados de puestos clave, siendo reemplazados por gente de un talento infinitamente menor cuya única virtud es obedecer sin chistar los mandatos presidenciales. No es sorprendente entonces que el gabinete actual tenga un perfil un tanto gris, y que nunca más que ahora, los ministros se comporten como verdaderos secretarios del Presidente.
Las consecuencias de este tipo de actitud están lejos de ser inocuas, aunque obviamente en un primer momento pasan inadvertidas a la gente. A las pruebas me remito. A fines de 2004 Néstor Kirchner decidió no renovar el mandato de Alfonso Prat-Gay al frente del Banco Central y reemplazarlo por Martín Redrado. Prat-Gay se mostraba crítico de la inclusión del cupón atado al PBI (un bono que otorga beneficios a sus tenedores de acuerdo a la evolución del Producto Bruto Interno. Algo asimilable a los dividendos que una empresa paga a sus accionistas cuando sus balances muestran un muy buen resultado). El ex presidente del BCRA sostenía que el cupón no iba a resultar atractivo para los bonistas y que no iba a contribuir una mayor participación en el canje, y que, aun más grave, podría convertirse en una onerosa carga para el país si el proceso de recuperación se fortalecía, dado que a mayor crecimiento económico, mayor es el desembolso que el estado debe hacer en concepto de esta obligación. Para Prat-Gay, un pago frontal hubiera sido más barato y más conveniente para incrementar la participación de los bonistas en el canje. Hace unas pocas semanas, el gobierno desembolsó casi 400 millones de dólares por el cupón atado al crecimiento, y todo indica que esta cifra se duplicará en 2007 y podría crecer aun más en los años siguientes. No es casual que se uno de los instrumentos financieros de mejor rendimiento de los últimos meses. La predicción se cumplió dado que en los mercados nadie duda que a) los pagos del cupón se incrementarán (salvo que la economía entre en recesión), aumentando la carga que ello implica para el estado y b) eventualmente el gobierno deberá sigilosamente preparar una operación de rescate de este instrumento, para aliviar esta carga, cuyo único tope es la quita que el gobierno obtuvo en la renegociación de la deuda gracias a la quita.
Pero no fue esta la única consecuencia de la remoción de Prat-Gay. El Banco Central tiene como función primordial mantener la estabilidad de precios, objetivo que el organismo parece no acertar a cumplir adecuadamente, si nos atenemos a los índices de inflación de 2005 y 2006. El presidente nombro en reemplazo de Prat-Gay a Martín Redrado, quien, más allá de su buena e hiper publicitada gestión al frente del área comercial de la cancillería, carecía de la capacidad técnica y política para manejar el Banco Central. No fue una sorpresa que poco después de su nombramiento, Redrado, al frente de un Directorio claramente politizado, diera de baja la política de metas de inflación, y que redujera la autonomía del BCRA a la nada, obedeciendo en forma genuflexa las órdenes de Balcarce 50, llevando adelante una política monetaria que en buena medida ha contribuido a la aceleración inflacionaria que soportamos desde fines de 2004.
Claramente, la remoción de Graciela Bevacqua en el INDEC se inscribe en esta línea. Desde hace ya varios meses era un secreto a voces que el impresentable sheriff Moreno, celoso guardián de los precios y profesional del insulto fácil, buscaba acceder a la lista de comercios relevados por el INDEC para la confección del Índice de Precios al Consumidor. La intención manifiesta de Moreno era utilizar sus tácticas gangsteriles sobre estos comercios de modo de incidir directamente (y no ya en forma indirecta como lo hace a través de los acuerdos de precios) sobre el IPC. Bevacqua y otros funcionarios del INDEC, tal como puede leerse en varios medios, se oponían firmemente a esa idea. Ahora, con motivo de la forma de computar el aumento de la medicina pre-paga, Moreno pudo finalmente dar cuenta de Bevacqua, reemplazándola por una economista con una frondosa carrera en el área de Comercio Exterior y cuyo mayor calificación técnica es la genuflexión, la obediencia y la amistad con Moreno. Tal vez haya llegado la hora de cambiar la constitución estableciendo la obsecuencia, y no la idoneidad, como requisito para acceder a un empleo público. Al menos estaremos sincerándonos.
Es claro que, aunque el reciente recambio en el INDEC alienta la sospecha de manipulación de los datos, la misma difícilmente podrá ser grosera, pero sí podemos esperar finos retoques que ajusten los índices a las necesidades políticas del gobierno. Esto es clave por razones más que obvias: 1) la inflación del primer trimestre tendrá una clara incidencia sobre las negociaciones colectivas entre empresas y sindicatos que están comenzando en este mes, y en las cuales el gobierno parece no tener el grado de control que ejerció en años anteriores;2) estamos en un año electoral y no es bueno para el gobierno, que claramente busca repetir el resultado electoral de Perón en 1973, que la escalada de los precios le termine arruinando el asado. Los perdedores obvios serán los ciudadanos que comenzarán a dudar sobre la veracidad de la información difundida por el gobierno, incluso en aquellos casos en que la misma sea correcta.
Kirchner está cometiendo el mismo error de Perón durante su segundo mandato: deshacerse de funcionarios capacitados reemplazándolos con personas que hacen de la lealtad un culto fundamentalista, o para decirlo en el lenguaje de la calle: son lisa y llanamente obedientes chupamedias. Malo para la calidad de las políticas públicas, perjudicial en el mediano plazo para el gobierno mismo.
Me queda sólo una última reflexión: si durante varios días o meses, un enfermo muestra una fiebre persistente, uno no cambia el termómetro adulterándolo o modificando su escala, sino que cambia el médico.