Todo indica que nos encaminamos a cuatro años más de kirchnerismo. Algunos pueden encontrar esto realmente horrible, pero no lo es tanto. Es evidente que nada de lo malo de los últimos 8 años va a mejorar, y en cambio es posible que buena parte de lo bueno vaya a empeorar. Pero no vamos a un cataclismo ni nada que se le parezca. Trágico, no terrible sería la fórmula. Nuestra situación en materia de libertades no se deteriorará sensiblemente, pero si continuará el desprecio del kirchnerismo por las formas y ciertos comportamientos de neto corte autoritario. La corrupción, un problema estructural de la Argentina, probablemente no muestre mejoras dignas de mención. Los problemas acumulados generarán más tensiones, pero nada muy distinto a lo ya visto. Es decir, estamos frente un horizonte de mediocridad, no ante un abismo. China y la soja se encargarán de que ello no ocurra.
Hace escasos seis meses el escenario de cuatro años de kirchnerismo era impensable. Hoy es altamente probable. Así y todo, dada la volatilidad que exhibe la actual coyuntura tal vez este escenario de continuidad mude a uno de cambio en un corto tiempo. Pero sería raro que ello ocurra mientras la oposición se dedique a jugar una estúpida batalla de egos.
La salida de Carrió del ACyS es un buen ejemplo de la actitud que caracteriza a la oposición. Carrió ha optado por convertirse en la referente de la oposición al kirchnerismo que viene y para eso forzó su salida del ACyS. El coqueteo con Pino Solanas es increíble y es terriblemente confuso para quienes militan en la CC y en Proyecto Sur. Pino y Lilita pueden acordar en cuestiones institucionales y de lucha contra la corrupción, pero con eso solo no se construye una alternativa de gobierno. Como congeniar a Prat Gay con Lozano? o mejor aun, con Patricia Bullrich?
En el peronismo disidente, sin entrar en detalles, podemos observar el mismo puterío. De pronto es como si, salvo Carrió, todos asumieran que algún motivo estructural ha condenado a los Kirchner a la derrota y que lo único que deben lograr es llegar hasta la pelea final con los K donde por obra del destino saldrán vencedores. Vistas las peleas de las últimas semanas mis dudas sobre si la oposición puede gobernar se acrecientan y creo que los votantes lo pondrán en la balanza a la hora de decidir qué boleta introducen en la urna. Queda un año y meses para las elecciones. Tal vez sea hora de que la oposición ponga las barbas en remojo y comience a pensar cómo manejar la herencia de los K, cómo enfrentar el año y dos meses restantes antes de las presidenciales, cómo articular una propuesta que seduzca a los votantes y vaya más de la crítica cerrada y en bloque a lo hecho en estos ocho años. Sin eso, las chances de más kirchnerismo aumentarán de acá hasta octubre del año que viene. No puede ser que la única estrategia sea apostar a una crisis económica.