lunes, febrero 02, 2009

Kirchnerismo, libertad de expresión, libertad de empresa

La desvinculación de Nelson Castro de Radio del Plata es una nueva muestra de la escasa tolerancia que el gobierno tiene por las opiniones críticas y del reverencial temor que posee hacia los medios. Convengamos que en esto no es muy original: los gobiernos suelen detestar las críticas y temer a la opinión pública. Nelson Castro no es el primer caso en que libertad de expresión y libertad de empresa entran en conflicto. A comienzos del menemismo, Liliana López Foresi fue echada de Canal 13 por lo mismo que Nelson Castro vio su contrato rescindido en Radio del Plata: incomodaba al gobierno. Y aunque Canal 13, ya por entonces en manos del Gran Diario Argentino, no era tan cercano al gobierno como son los dueños de Radio del Plata (Electroingeniería, empresa de sospechosa cercanía con el kirchnerismo), optó por bajarla de la pantalla. El para algunos admirado y por otros odiado Bernardo Neustadt también fue bajado de la pantalla (entonces oficial dado que salvo canal 9 y canal 2 todos los demás medios televisivos eran estatales -que tiempos aquellos Zabalita!!!!) porque molestaba al gobierno de Alfonsín.

Probablemente los políticos preferirían, si les fuese dado elegir, un mundo sin periodistas, dado que los controles, las supervisiones, molestan. Pero así y todo, y por más que Nuestadt pudiera quejarse de lo que le hizo Alfonsín, en materia de libertad de expresión no hay punto de comparación. Las presiones que han habido contra la prensa desde el comienzo del kirchnerismo son innegables. No era mejor el menemismo con su fallido intento de ley mordaza y demás. Pero tengo mis dudas sobre si este gobierno toleraría el grado de burla que hubo de parte de los medios hacia Menem y De la Rúa. De hecho, no lo tolera y así no se recibe a la prensa, no se dan reportajes, no se publica información, constantemente se ataca a la prensa (no me chupo el dedo y me queda claro que los medios no son ángeles).

La obsesión por el control es tal, y no es nueva por cierto, que el affaire Castro me mueve a contar una anécdota personal ocurrida alrededor de mayo de 2004. Por aquel entonces yo trabajaba como investigador asistente en un centro de investigación en el que algunas áreas tenían contactos y simpatías por la administración nestorista. Recibí un llamado de la recepción preguntándome si podía participar telefónicamente en un programa de radio nacional conducido por un periodista que se la juega de experto en política internacional y que en la realidad es un chanta, en ese momento a sueldo del gobierno. La idea era conversar sobre el alza en el precio del petróleo a nivel internacional y la intención constante del periodista (gordo, con barba candado y miembro del staff de Clarín) era vincular los problemas que Argentina comenzaba a tener con el gas natural, con el hecho que el petróleo se estaba agotando en el mundo, razonamiento que no resistía el menor análisis. Mi participación fue moderada sin decir nada que ofendiera al gobierno, ni que tampoco se involucrara en la cuestión de por qué el gas escaseaba en Argentina. Al día siguiente, me convocaron de otro programa de Radio Nacional para grabar un minuto para una edición especial sobre la política exterior kirchnerista a un año de la asunción de Big penguin. En este caso mis opiniones siguieron siendo moderadas, pero con un dejo crítico por la poca atención que el gobierno brindaba a algo tan importante como es la política exterior.

Una semana siguiente recibí un llamado de mi jefa (quien obviamente había recibido una reprimenda de parte de su superiora, una reconocida especialista de educación y que dirige esta prestigiosa (y con prestigio bien merecido) institución) quien me pidió que si iba a apartarme de la línea editorial del centro de investigación, hablara solo a título personal. Nunca supe que hubiera algo así como una línea editorial en tal institución, pero se ve que la había y se ve que a alguien, por minúsculo que fuera yo (que no soy conocido y que no suelo figurar en letra de molde ni aparecer en los medios en forma asidua) le había molestado mi opinión, al punto tal que levantó el teléfono, puteó a la directora del centro e hizo que esta le pidiera a mi jefa que optara -en términos prácticos- por amordazarme o hacer que negara mi por entonces filiación institucional.

Como en el Oso de Moris, "han pasado cuatro años de esa vida", y el kirchnerismo en este aspecto no cambia. Lo sabe en su tumba Julio Nudler, censurado por Página 12 por denunciar los negocios de Claudio Moroni (adláter de Alberto Fernández) en el INDER en los años 90, lo sabe Nelson Castro, y en mucho menor escala, lo se yo.

Recuerdo una frase de Luis Clur, durante muchos años director de Noticias de Canal 13, quien decía que "Cuando se enciende la cámara, cae la censura". No se si será así. Muchas veces la cámara se enciende para proyectar a dictadores como Videla, Pinochet o Fidel Castro, o a siniestros payasos como Hugo Chávez. Lo cierto es que cuando se silencian voces, pretextando la libertad de empresa, la censura se hace efectiva.

2 Comments:

Blogger Aureliano Buendía said...

El "Oso" era de Moris. Hasta donde yo sé, Moria ha tenido una inmensa fauna a su alrededor, pero ningún oso en ese grupo.

saludos

9:35 a. m.  
Blogger Zabalita said...

Gracias por el comentario. Ahora hago la enmienda correspondiente. La a y la s están muy cercan en el teclado.
Estimado, los años no llegan solos...

10:36 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home

a href="http://easyhitcounters.com/stats.php?site=zabalita" target="_top">Free Website Counter
Free Counter