Sobre el rol del vicepresidente
El vuelo propio que ha adquirido Julio Cleto Cobos a lo largo del último mes ha sido objeto de controversia. El rol del vicepresidente ha sido usualmente objeto de polémicas. Alfonsín tuvo una coexistencia difícil con Víctor Martínez. Ni que hablar de Menem con Ruckauf o qué decir de De la Rúa con Chacho Álvarez. Kirchner debió en los primeros meses de mandato disciplinar a un Scioli que se mostraba autónomo y conciliador. Rara vez los vicepresidentes han jugado un rol preponderante en la historia. Está el caso de Pellegrini, figura clave para evitar una quiebra del orden institucional tras la revolución del Parque y además responsable de campear con éxito la que tal vez fue una de las primeras graves crisis económicas que atravesó el país. El "mufa" José Figueroa Alcorta tuvo a su cargo la responsabilidad de preparar el camino para el final del fraude conservador de fines de siglo XIX y principios del siglo XX. Un rol menos feliz pero igualmente relevante tuvieron Ramón Castillo o aun peor María Estela Martínez Casas de Perón.
Condenados a tocar la campanita en el Senado o desempeñar un rol relevante en caso de muerte o enfermedad del presidente, la figura del vicepresidente es materia de discusión. Días atrás un buen amigo proponía eliminar esta figura. Personalmente me parecería desacertado. Basta con recordar lo que ocurrió tras la caída de De la Rúa. Admito que las falencias de nuestra lamentable ley de acefalía contribuyeron al caos institucional de aquellos días. Así y todo, el vicepresidente es una válvula de escape que no merece ser despreciada. Mirando la experiencia regional, ¿acaso no habrían sido peores las crisis que llevaron a la salida de Collor de Melo, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez o Gonzalo Sánchez de Losada de no haber existido la figura del vicepresidente? Es muy difícil probar un contrafáctico, pero tenemos un caso que es digno considerar: la salida de Carlos Mesa de la presidencia en Bolivia. La renuncia del presidente Mesa originó un serio problema sucesorio dado que tanto el presidente del Senado como el presidente de la Cámara de Diputados eran rechazados por la opinión pública. De no haber estado Mesa, quien supo a tiempo distanciarse de Sánchez de Losada, probablemente la crisis boliviana de octubre de 2003 habría sido mucho peor.
¿Debe Cobos estar siempre de acuerdo con Cristina? No necesariamente. Ciertamente sería caótico que al viajar la presidenta al exterior Cobos aprovechara la oportunidad para tomar medidas contrarias al resto del gobierno. Pero en el caso particular de la votación en el Senado, en el remotísimo caso de empate, Cobos podría votar contra el gobierno y no verse obligado a renuncia ni tampoco sería su voto causal de juicio político.
La movida de Cobos es ciertamente inteligente. Preserva su figura en caso de una crisis mayor, evitándonos el desmadre de una asamblea legislativa como la de 2002. Chacho podría haberse distanciado de De la Rúa en octubre de 2000, pero mantener su cargo, evitando así el caos de diciembre de 2001.
Condenados a tocar la campanita en el Senado o desempeñar un rol relevante en caso de muerte o enfermedad del presidente, la figura del vicepresidente es materia de discusión. Días atrás un buen amigo proponía eliminar esta figura. Personalmente me parecería desacertado. Basta con recordar lo que ocurrió tras la caída de De la Rúa. Admito que las falencias de nuestra lamentable ley de acefalía contribuyeron al caos institucional de aquellos días. Así y todo, el vicepresidente es una válvula de escape que no merece ser despreciada. Mirando la experiencia regional, ¿acaso no habrían sido peores las crisis que llevaron a la salida de Collor de Melo, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez o Gonzalo Sánchez de Losada de no haber existido la figura del vicepresidente? Es muy difícil probar un contrafáctico, pero tenemos un caso que es digno considerar: la salida de Carlos Mesa de la presidencia en Bolivia. La renuncia del presidente Mesa originó un serio problema sucesorio dado que tanto el presidente del Senado como el presidente de la Cámara de Diputados eran rechazados por la opinión pública. De no haber estado Mesa, quien supo a tiempo distanciarse de Sánchez de Losada, probablemente la crisis boliviana de octubre de 2003 habría sido mucho peor.
¿Debe Cobos estar siempre de acuerdo con Cristina? No necesariamente. Ciertamente sería caótico que al viajar la presidenta al exterior Cobos aprovechara la oportunidad para tomar medidas contrarias al resto del gobierno. Pero en el caso particular de la votación en el Senado, en el remotísimo caso de empate, Cobos podría votar contra el gobierno y no verse obligado a renuncia ni tampoco sería su voto causal de juicio político.
La movida de Cobos es ciertamente inteligente. Preserva su figura en caso de una crisis mayor, evitándonos el desmadre de una asamblea legislativa como la de 2002. Chacho podría haberse distanciado de De la Rúa en octubre de 2000, pero mantener su cargo, evitando así el caos de diciembre de 2001.
1 Comments:
Me permito disentir: Si Chacho se hubiese quedado en el cargo, los peronistas luego de haber ganado las legislativas de octubre de 2001 se lo hubiesen comido crudo también... la única forma en que pudimos haber evitado la crisis de 2001/2002 es que la Alianza no fuera más que un mamarracho de cartón pintado, pero no fue el caso.
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