viernes, junio 27, 2008

Descarrilados

El conflicto con el campo parece a esta altura la historia sin fin. El gobierno no repara en que la extensión del conflicto no lo beneficia como cree Néstor Kirchner, sino que más bien lo perjudica y que a esta altura cualquier victoria será pírrica. La lógica del ex presidente es entendible sin embargo. Veamos: el costo de acordar resignando parte del aumento de retenciones es que ello sea percibido como una señal de debilidad y tiente a otros actores a elevar demandas al gobierno. Esto no hubiera sido problemático en años anteriores cuando la situación macroeconómica permitía acomodar las demandas de un actor sin perjudicar a otro. Eso ya no es posible hoy. Mantener los subsidios a la clase media y alta urbana (que no vota al kirchnerismo) demanda hoy incrementar los recursos fiscales de modo de no comprometer pagos futuros de deuda ni la caja necesaria para alinear a gobernadores e intendentes. Bajar la inflación, algo que beneficiaría probablemente al conjunto de la sociedad, requiere desmontar los subsidios existentes en materia energética lo cual implica sincerar que el costo de producir electricidad y de proveer gas es sustancialmente más alto que lo que las familias creen. Hasta 2006 era posible acomodar las demandas de los distintos sectores sin que hubiera trade offs. Hoy ya no parece ser el caso. De ahí que, retomando el hilo del argumento, el ex presidente parece temer que al campo seguirán otros sectores apenas vean que el gobierno hace concesiones (industriales pidiendo dólar de 4 pesos, sindicatos pidiendo revisión de las negociaciones colectivas en el segundo semestre, privatizadas reclamando ajustes de tarifas, pymes pidiendo exenciones impositivas, etc.)

Ahora bien, el costo de la extensión del conflicto es también alto: 1) en los últimos cuatro meses la popularidad de la presidente cayó al 20% de acuerdo a los datos de Poliarquía, y la popularidad del ex presidente (según los datos de la misma encuestadora) descendió al 33%, el mínimo histórico desde el 25 de mayo de 2003; 2) el peronismo aparece menos disciplinado que antes como puede verse por a)las reuniones que Kirchner mantuvo con gobernadores, legisladores y legisladores bonaerenses; b) las críticas en voz alta de gobernadores como Schiaretti y Das Neves, y las disidencias en voz alta también de legisladores como Reutemann y Felipe Solá; c) las dificultades del gobierno para convencer a los legisladores de votar a libro cerrado el polémico proyecto enviado al Congreso; 3) el impacto del conflicto sobre la caja. La recaudación sigue creciendo, eso es evidente. Pero de acuerdo a datos del tribuno, que cualquiera puede calcular entrando al sitio del ministerio de economía, en los meses en que el campo para la recaudación crece a la mitad del ritmo en que lo hace en meses normales; 4) la evidencia anecdótica, como señalan los economistas, muestra un enfriamiento de la economía a partir de la incertidumbre generada por el paro del campo; 5) aunque este relativo enfriamiento debería llevar a moderar la inflación, quien sabe por qué ello no ocurre. Tal vez sea porque la expectativa de inflación, de acuerdo a datos de la UTDT, está encima del 30% anual, muy lejos de la inflación anualizada de un sólo dígito que publica el INDEC.

Las alternativas son entonces o bien cerrar el conflicto aceptando un costo o extenderlo sabiendo que ello puede llevar a una victoria, pero a un alto costo, a saber: minar las bases de la fórmula de gobernabilidad estructurada por Kirchner, que no son otras que caja, popularidad y liderazgo sobre el peronismo.

Hay un costo a un mayor por mantener a la sociedad en vilo con esta pulseada: no se atienden cuestiones más urgentes y relevantes como la inflación, fenómeno que amenaza ya no solo a la fórmula de gobernabilidad, sino también al corazón del modelo económico, esto es, el tipo de cambio competitivo.

Marcos Novaro usó el otro día la metáfora del colectivero loco para referirse al ex presidente Kirchner. Pues si el colectivero está loco, lo que debe hacerse es ponerle una camisa de fuerza. Para el caso, nadie votó al colectivero loco, sino a su mujer.
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