Quemando el capital

El kirchnerismo parece empecinado en quemar el capital político acumulado a lo largo de 4 años de gestión en el período 2003-2007. Dentro de ese capital podríamos incluir no solo los innegables éxitos a nivel económico-social(cinco años consecutivos de crecimiento, disminución de la pobreza y del desempleo, reestructuración de la deuda soberana, cancelación de las obligaciones con el FMI)sino también en materia político-institucional (regeneración de la Corte Suprema, reapertura de los juicios contra represores, recuperación de la autoridad presidencial, etc.). Sin embargo, desde fines de 2006 y comienzos de 2007 el kirchnerismo no da pie con bola. El caso del INDEC es la demostración más palmaria de la estupidez en la que se encuentra sumido el ex presidente Kirchner. Y podría abundar en detalles en la actual política de quemar los logros alcanzados, pero optaré por referirme a una sola de ellas: la recuperación de la autoridad presidencial.

La figura presidencial quedó sumamente dañada por la crisis de 2001-2002. La caída de De la Rúa y su tumultuosa sucesión realmente devaluaron la investidura presidencial. Durante un año y meses fuimos gobernados por alguien que gozaba de legalidad pero que carecía de la legitimidad que confieren las urnas. Kirchner, electo con un 22% escaso de votos, logró devolverle la popularidad a la figura presidencial. Muchas críticas pueden hacérse al respecto, pero convengamos que Kirchner gozó de niveles altos de popularidad hasta el final de su mandato, algo que ninguno de los presidentes de la democracia había logrado hasta ahora. Sin embargo, ahora, el "doble comando" o mejor dicho, el "comando único en la sobra" está nuevamente desprestigiando la figura presidencial. Es hasta sintomático que la juventud kirchnerista adopte el nombre de quien fuera un mero chupamedias del General Perón, lo que se llama un chirolita, que carecía de méritos propios. Cambian los nombres, la fórmula se reproduce: hace treinta años las restricciones de la dictadura lanussista llevaron a que fuera "Cámpora al gobierno, Perón al poder"; la fórmula de 2007 en cambio parece haber sido "Cristina al gobierno, Néstor al poder".

El resultado es evidente: sea como fuere el proceso de toma de decisiones puertas adentro de Olivos, la percepción es que quien realmente manda es Néstor y que Cristina no es la mujer de "puño crispado" que prometía ser, ni tampoco la estadista preocupada por la calidad institucional y por mejorar la imagen argentina en el mundo. El desgaste al que se ha sometido la figura presidencial es notable. Y lo mejor del caso es que ello lo ha logrado el gobierno sin ayuda de la oposición, y que el principal responsable es Néstor Kirchner. El 45% de los votos, exiguo para algunos , apabullante para otros, parece irse licuandose mes a mes. La inflación y ahora el conflicto con el campo van comiendo a paso rápido la popularidad presidencial y los índices de aprobación del gobierno. Y mientras tanto, Cristina aparece desdibujada y Néstor ocupando el centro de la escena. El cambio que recién comenzaba quedó abortado. También el dichoso modelo de crecimiento con matriz diversificada e inclusión que pregonaba la hoy presidenta. Sería sano que por el bien de Cristina, y de la investidura presidencial Néstor deje a su mujer tener el protagonismo que le corresponde y que ella se decida de una buena vez a ejercer el cargo para el cual la votó el 45% del electorado. De lo contrario la segunda experiencia de una mujer presidenta en nuestro país será decepcionante y sólo nos quedará pensar que Cristina es solo una "Isabelita" con estudios y sin trayectoria en las tablas.