La calidad de nuestra política
En todos lados se cuecen habas dice un popular refrán. Las malas prácticas, la corrupción y la suciedad que el habitante medio atribuye a la política local no están ausentes en otros países. Es que la política, como solía decir un teórico anglosajón, se trata acerca de "quien obtiene qué". Esto es, el poder político toma decisiones que distribuyen recursos escasos (sea la que sea su naturaleza) y que por ende crean ganadores y perdedores, y francamente, a nadie le gusta perder. El conflicto es algo inherente a la política. De hecho una lectura posible de la historia de la humanidad es justamente la de los sucesivos y variados intentos (no siempre coronados con éxito desde ya) por civilizar el conflicto asociado a la política, tratando de reducir el nivel de violencia física interviniente.
Algunos han sido más exitosos que otros en esta materia. La Argentina, no nos engañemos, no está en el peor de los mundos posibles y de hecho, aunque nos sorprenda, rankea bastante bien en comparación con otros países (basta pensar en como se dirimen las disputas políticas en algunos países de África o de Asia), pero que, seamos justos, tienen un nivel de desarrollo bastante menor. Los hechos de las últimas semanas (y más atrás también), esto es, los incidentes del traslado de los restos de Perón, la violencia en el hospital Francés, la desaparición de López, el uso de fuerzas de choque (como las que comanda el infame Luis D'Elía) para amedrentar a empresas o a opositores indican que estamos yendo por un sendero de mayor violencia. Como decía al principio, la violencia, las malas prácticas, la corrupción no son extrañas a la política en ningún país del mundo. Bismarck, responsable de la creación del estado alemán, decía que la política es como las salchichas; uno no debería preguntar como son por dentro. Cavour no se quedaba atrás y decía que si hubiera por la mitad de las cosas que había hecho por lograr la unidad italiana, en circunstancias normales hubiera ido preso.
Ahora bien, que en todos lados la política esté asociada al conflicto y a prácticas que el promedio de la población consideraría inmorales, no implica que en todos lados esto ocurra con la misma intensidad. Y es por eso que tal vez sería hora que miremos a países, dentro del vecindario regional, en donde, aunque hay corrupción y prácticas deleznables, la política conserva un aura de mayor respetabilidad. Pienso desde ya en Chile, Uruguay y Costa Rica. Independientemente de si son gobernados por la izquierda o la derecha, del tipo de política económica que aplican, sea esta liberal o no; del grado de intervención del estado, etc., lo cierto estos países, aunque hay mucho para decir en cuanto a la calidad de sus prácticas políticas (no es este el espacio para hacerlo, si algún lector lo pide me explayo con gusto) no se obseva el salvajismo y canibalismo que ha exhibido la Argentina en los últimos años, y especialmente en las últimas semanas. Entonces, en vez de mirar al tipo de políticas públicas que aplican, antes que ello hay que mirar a sus prácticas, que son definitivamente mejores que las nuestras. ¡Basta de Quiroz, basta de Tuto Muhammad, basta de Guillermo Moreno, basta de Luis D'Elía! ¡Basta de matonismo e intimidación!
Algunos han sido más exitosos que otros en esta materia. La Argentina, no nos engañemos, no está en el peor de los mundos posibles y de hecho, aunque nos sorprenda, rankea bastante bien en comparación con otros países (basta pensar en como se dirimen las disputas políticas en algunos países de África o de Asia), pero que, seamos justos, tienen un nivel de desarrollo bastante menor. Los hechos de las últimas semanas (y más atrás también), esto es, los incidentes del traslado de los restos de Perón, la violencia en el hospital Francés, la desaparición de López, el uso de fuerzas de choque (como las que comanda el infame Luis D'Elía) para amedrentar a empresas o a opositores indican que estamos yendo por un sendero de mayor violencia. Como decía al principio, la violencia, las malas prácticas, la corrupción no son extrañas a la política en ningún país del mundo. Bismarck, responsable de la creación del estado alemán, decía que la política es como las salchichas; uno no debería preguntar como son por dentro. Cavour no se quedaba atrás y decía que si hubiera por la mitad de las cosas que había hecho por lograr la unidad italiana, en circunstancias normales hubiera ido preso.
Ahora bien, que en todos lados la política esté asociada al conflicto y a prácticas que el promedio de la población consideraría inmorales, no implica que en todos lados esto ocurra con la misma intensidad. Y es por eso que tal vez sería hora que miremos a países, dentro del vecindario regional, en donde, aunque hay corrupción y prácticas deleznables, la política conserva un aura de mayor respetabilidad. Pienso desde ya en Chile, Uruguay y Costa Rica. Independientemente de si son gobernados por la izquierda o la derecha, del tipo de política económica que aplican, sea esta liberal o no; del grado de intervención del estado, etc., lo cierto estos países, aunque hay mucho para decir en cuanto a la calidad de sus prácticas políticas (no es este el espacio para hacerlo, si algún lector lo pide me explayo con gusto) no se obseva el salvajismo y canibalismo que ha exhibido la Argentina en los últimos años, y especialmente en las últimas semanas. Entonces, en vez de mirar al tipo de políticas públicas que aplican, antes que ello hay que mirar a sus prácticas, que son definitivamente mejores que las nuestras. ¡Basta de Quiroz, basta de Tuto Muhammad, basta de Guillermo Moreno, basta de Luis D'Elía! ¡Basta de matonismo e intimidación!
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