Confortablemente adormecidos
Como en tantas otras épocas los argentinos parecemos estar confortablemente adormecidos. El proceso de notable crecimiento económico que vivimos desde que la Argentina comenzó su recuperación en 2003, que tantos efectos positivos ha traido aparejados (caída del desempleo, reducción de la pobreza y la desigualdad) ha venido acompañado de una consecuencia sumamente negativa: prácticamente a nadie le preocupa el carácter autoritario del gobierno. Las encuestas muestran que el presidente goza de un nivel de popularidad poco frecuente para un mandatario que está apunto de entrar en el último año de gestión.
Día a día se suceden en la Argentina hechos de matonismo y patotería protagonizados por funcionarios gubernamentales de primera línea como el Sheriff Guillermo Moreno o el secretario de Habitat Luis D'Elía, por citar algunos, o sus grupos de choque. Los episodios de ayer en el hospital francés muestran que las víctimas del patoterismo gubernamental no son sólo los grandes empresarios, la prensa o los dirigentes de la oposición, sino que también los ciudadanos comunes.
Cuando no son Moreno o D'Elía, es el propio Presidente, quien desde su inefable atril castiga severamente, a veces incluso apelando a mentiras (como hizo con Joaquín Morales Solá) a cualquiera que critique el más mínimo aspecto de su gestión. Lo triste es que el coro de chupamedias que aplauda los filosos comentarios de Kirchner no está restringido a la casa Rosada sino que, lo que es peor, está fuera de la casa Rosada, entre nosotros.
Cualquier encuestador podría mostrarnos como la mayoría de la opinión pública comparte el estilo presidencial (por ahora) y celebra al presidente cuando matonea a las privatizadas, los supermercados, la prensa, a la Iglesia, a Italia, a Uruguay, a Chile (y siguen las firmas...).
Y si bien algunas críticas presidenciales pueden ser acertadas, al final del día, lo que uno percibe es que pensar distinto al gobierno es ser un vendepatria, un partidario de la dictadura, un noventista, parte de la vieja política, de la patria financiera o para hacerlo más simple, de la conspiración sinárquica-judeo-masónica que busca impedir que la Argentina se convierta en el paraíso kirchnerista donde habrá bienestar para todos.
Que Kirchner y los chupamedias matones que lo rodean crean eso no me preocupa. Me preocupa la falta de reacción de la gente que es condescendiente con las prácticas autoritarias y matonas a las que muchas veces apela este gobierno. Lo que es peor, los que hoy callan frente a esas prácticas autoritarias y que no emiten críticas frente al intento gubernamental de anular cualquier instancia de control, no son gente sin formación o cuya única preocupación es la alimentación de su familia. Sería muy imbécil pedirle a quien su preocupación diaria es saber que tendrá algo que comer que se preocupe por la calidad institucional. No! lo triste es que los cómplices silenciosos de hoy son los mismos que en los años 90 se llenaban la boca con la calidad institucional y criticaban acertadamente a Menem por los abusos que hoy le toleran y aplauden a Kirchner.
Junto a ellos está la opinión pública que también se mantiene silenciosa y cómplice. Pero ¿es esto sorprendente? No debería serlo. Es el mismo silencio cómplice que la sociedad tuvo frente a los actos de corrupción del menemismo o frente a las salvajes prácticas de la dictadura. "Roba mais faz" (Roba pero hace) no es un invento del menemismo. Fue el slogan de campaña de un político brasileño en la década del 50 en el siglo XX, pero nosotros parecemos haberlo adoptado como propio. "Con tal que haga, todo bien. Si roba o es autoritario no importa, total hace" parece ser el razonamiento. Es que como en la canción de Pink Floyd a veces me da la impresión que estamos "confortablemente adormecidos".
¿Qué hará falta para que reaccionemos, para que salgamos del letargo, para que aparte de valorar los logros económicos, nos empecemos a preocupar por otros temas no menos importantes y que también hacen a nuestra calidad de vida?
Día a día se suceden en la Argentina hechos de matonismo y patotería protagonizados por funcionarios gubernamentales de primera línea como el Sheriff Guillermo Moreno o el secretario de Habitat Luis D'Elía, por citar algunos, o sus grupos de choque. Los episodios de ayer en el hospital francés muestran que las víctimas del patoterismo gubernamental no son sólo los grandes empresarios, la prensa o los dirigentes de la oposición, sino que también los ciudadanos comunes.
Cuando no son Moreno o D'Elía, es el propio Presidente, quien desde su inefable atril castiga severamente, a veces incluso apelando a mentiras (como hizo con Joaquín Morales Solá) a cualquiera que critique el más mínimo aspecto de su gestión. Lo triste es que el coro de chupamedias que aplauda los filosos comentarios de Kirchner no está restringido a la casa Rosada sino que, lo que es peor, está fuera de la casa Rosada, entre nosotros.
Cualquier encuestador podría mostrarnos como la mayoría de la opinión pública comparte el estilo presidencial (por ahora) y celebra al presidente cuando matonea a las privatizadas, los supermercados, la prensa, a la Iglesia, a Italia, a Uruguay, a Chile (y siguen las firmas...).
Y si bien algunas críticas presidenciales pueden ser acertadas, al final del día, lo que uno percibe es que pensar distinto al gobierno es ser un vendepatria, un partidario de la dictadura, un noventista, parte de la vieja política, de la patria financiera o para hacerlo más simple, de la conspiración sinárquica-judeo-masónica que busca impedir que la Argentina se convierta en el paraíso kirchnerista donde habrá bienestar para todos.
Que Kirchner y los chupamedias matones que lo rodean crean eso no me preocupa. Me preocupa la falta de reacción de la gente que es condescendiente con las prácticas autoritarias y matonas a las que muchas veces apela este gobierno. Lo que es peor, los que hoy callan frente a esas prácticas autoritarias y que no emiten críticas frente al intento gubernamental de anular cualquier instancia de control, no son gente sin formación o cuya única preocupación es la alimentación de su familia. Sería muy imbécil pedirle a quien su preocupación diaria es saber que tendrá algo que comer que se preocupe por la calidad institucional. No! lo triste es que los cómplices silenciosos de hoy son los mismos que en los años 90 se llenaban la boca con la calidad institucional y criticaban acertadamente a Menem por los abusos que hoy le toleran y aplauden a Kirchner.
Junto a ellos está la opinión pública que también se mantiene silenciosa y cómplice. Pero ¿es esto sorprendente? No debería serlo. Es el mismo silencio cómplice que la sociedad tuvo frente a los actos de corrupción del menemismo o frente a las salvajes prácticas de la dictadura. "Roba mais faz" (Roba pero hace) no es un invento del menemismo. Fue el slogan de campaña de un político brasileño en la década del 50 en el siglo XX, pero nosotros parecemos haberlo adoptado como propio. "Con tal que haga, todo bien. Si roba o es autoritario no importa, total hace" parece ser el razonamiento. Es que como en la canción de Pink Floyd a veces me da la impresión que estamos "confortablemente adormecidos".
¿Qué hará falta para que reaccionemos, para que salgamos del letargo, para que aparte de valorar los logros económicos, nos empecemos a preocupar por otros temas no menos importantes y que también hacen a nuestra calidad de vida?
1 Comments:
Seguramente empezaremos a preocuparnos apenas empiece a mostrar signos de menor crecimiento la economia.
Solamente pensar que todos nosotros vivimos corriendo detras de pequeñas cosas, haciendonos mala sangre por una cantidad de estupidos problemas hasta que alguien nos dice: Ud . tiene tal enfermedad y entonces cambiariamos todo por lo que corriamos por recuperar la salud.
En otras epocas se decia: "El pueblo es panzista", la verdad es que el ser humano es - salvo honradas excepciones - panzista.
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